IMG_0401

Agradecimiento por un Sant Jordi feliz

El pasado día de Sant Jordi fue muy feliz para mí. Sólo estuve firmando libros durante 2 horas, de 7 a 9 de la tarde… ¡pero firmé 40! Al final sólo quedaron 2 ejemplares en la mesa. Aquello fue un no parar, y aún me dura el subidón, todavía lo estoy asimilando. Ahora mi ego está dando mucha guerra, ja, ja… En serio, fue una experiencia inolvidable, y quería daros las gracias a todos cuantos contribuisteis a hacerlo posible. ¡Un fuerte abrazo!

Qué diferencias hay entre un líder y un jefe

A priori da la sensación de que las diferencias entre líder y jefe son muy evidentes, pero ¡con qué frecuencia encuentro personas en mis cursos que confunden ambas cosas! Esto tiene que ver también con la cultura autoritaria propia de nuestro país. En este vídeo pretendo clarificar este aspecto tan importante de la dirección de personas.

 

Art. Cómo hacer deporte con una vida laboral intensa y con responsabilidades familiares

En la vida actual, la tensión que soportamos no va seguida de la correspondiente actividad física liberadora, y esa energía que tenemos que disipar de manera inadecuada, nos “quema” por dentro (mal humor, agresividad, gritar en el fútbol…), y está en la base del fenómeno que denominamos “estrés”.

La actividad deportiva es la forma más natural de dar salida a esa tensión acumulada, pero para que sea sana y eficaz debe ser practicada con regularidad. Es decir, como ocurre en todos los aprendizajes, la principal dificultad es convertirla en un hábito. Dicho hábito debe ser creado y mantenido hoy en un entorno profesional difícil, a menudo inestable y siempre muy exigente psicológicamente.

En suma, cuanto más estresante es el entorno, más conviene desarrollar una práctica deportiva regular que reequilibre nuestro organismo, desahogando tensiones, “quemando” cortisol y preparándonos para los siguientes retos. Sin embargo, ese mismo entorno estresante dificulta la creación del hábito de la práctica deportiva.

Este artículo, fruto de la experiencia propia sumada a la de muchos profesionales que he podido conocer como consecuencia de mi actividad, pretende dar ciertas indicaciones que pueden aumentar entre los profesionales la probabilidad de éxito en crear y mantener un hábito de práctica deportiva. Para ello, expongo a continuación los criterios clave en forma de “key points”. Cuantos más ítems cumplamos, más aumentará nuestra probabilidad de éxito en consolidar dicho hábito y, por el contrario, cuantos más incumplimientos, mayor dificultad tendremos para ello.

En cualquier caso, piense que el hábito de hacer deporte se alcanza cuando “nos falta algo” si no lo practicamos. Y llegar a ese punto requiere cierto tiempo. Hasta entonces, necesitará fuerza de voluntad, y le puede ayudar mucho el dar con la compañía adecuada: un mentor, por ejemplo, alguien que ya haya alcanzado ese nivel y le ayude a llegar.

Un criterio que debe tener claro al principio es el de fijarse objetivos razonables: defínalos en función de su circunstancia personal, su salud y su posible dedicación. Ante la duda, usted es un profesional en su actividad laboral y le gusta que confíen en usted; haga usted lo mismo, y acuda a profesionales que le ayuden a establecer objetivos realistas. Los objetivos imposibles crean frustración y desmotivación; los objetivos muy fáciles, aburren.

Tiene que saber, además, que el desarrollo físico no se produce de forma gradual, sino “a tirones”, al igual que crecen los niños. Podrán pasar 2 o 3 meses de esfuerzo aparentemente estéril que un día darán fruto, y usted lo percibirá de manera repentina, “como si siempre hubiera estado allí”. No desespere, y no busque resultados en una semana. Crea en el trabajo, no en los milagros.

Tampoco acuda al centro de deporte para estresarse todavía más. El deporte exige esfuerzo, pero también paga con placer, con gratificación física y psicológica. Si es usted competitivo y se fija objetivos exigentes, quiere ser “el mejor” en todo y, en suma, lo vive como un trabajo adicional, en lugar de disminuir su nivel de estrés, lo aumentará.

Sentadas las premisas, vamos allá:

  1. Sea un poco “egoísta” para poder ser generoso: Es muy normal tener la sensación de que “robamos” tiempo a nuestra familia y/o a nuestro trabajo cuando vamos a hacer      deporte. Hay que luchar contra ese pensamiento negativo, ¡cuidar su maquinaria no es un capricho! El deporte aumenta el rendimiento laboral y mejora el humor; en la actualidad está demostrado científicamente. Por otra parte, ¿quién se beneficiaría de que usted quedase incapacitado antes de tiempo?, ¿o de que en su tercera edad pague el esfuerzo y quede en tal      estado que se  convierta en una      carga para su familia? Piense que los últimos 20 años, la edad de máximo riesgo para el infarto de miocardio se ha adelantado en 10 años: ahora  está en los 35…
  2. Los deportes individuales son más fáciles de   practicar que los de equipo: con lo complicada que está su agenda, imagine la dificultad de quedar con 3 personas  como usted para jugar a tenis, y no digamos ya para practicar fútbol… En cualquier caso, si se aburre sólo y únicamente se siente bien haciendo deporte con otros, busque un centro en el que sepa que habitualmente puede encontrarlos allí mismo, sin cita previa.
  3. Los deportes individuales sin hora fija de inicio      son más fáciles que aquellos que sí la tienen: Por ejemplo, si usted sigue un plan de fitness individual podrá  acudir a su centro a cualquier hora. Por el contrario, si practica aerobic o spinning, por ejemplo, y piensa que no va a llegar puntual, se desanimará y no acudirá. Además, si acude y pierde unos minutos, sentirá  que no “hace las cosas bien” o le costará ponerse a la altura de los otros (las clases están organizadas con una secuencia lógica de esfuerzos) y  perderá parte del placer del ejercicio.
  4. Disponga de planes de ejercicio flexibles: lo que importa es la regularidad, no la cantidad. Si  tiene la capacidad de ajustar sus planes de entrenamiento al tiempo  disponible, su probabilidad de éxito aumentará mucho, pues siempre saldrá  con la sensación de haber aprovechado el tiempo.
  5. La productividad es fundamental. Respete los descansos que le indiquen los expertos, pero elimine esos tiempos muertos de distracción o charla innecesaria. Si se practica bien y con concentración, en unos 45 minutos  de deporte habrá logrado un trabajo óptimo. El resto del tiempo se va en  comentarios, mirar por las ventanas, pensar en la última reunión…
  6. Busque un centro deportivo lo más próximo posible al  trabajo, reduciendo al máximo los desplazamientos. ¡Mejor no ir a un centro cercano a su casa! Siempre habrá una excusa “para subir un momento”… ¡cuidado!, si lo hace, se quedará allí. Por eso mismo, organícese para llevar encima   el equipo de deporte o tenerlo siempre preparado en una taquilla en el  propio centro deportivo.
  7. Aproveche sus “resquicios de tiempo”: ¿es necesario comer en 2 horas? Existen “bolsas de  tiempo” en su agenda diaria, son todas aquellas actividades que no le aportan valor y que le consumen tiempo como, por ejemplo, los  desplazamientos. Estructure su agenda para reducirlos. Reestructure sus comidas: un desayuno fuerte, además de mejorar su productividad, le permitirá comer ligero y en menos tiempo, para dedicar una hora al ejercicio. Por el mismo motivo, mejore su flexibilidad horaria durante el día, revise su rigidez mental: si se acostumbra a ir al gimnasio a horas diversas, aumentará el número de sesiones semanales que podrá efectuar. Este consejo será algo más difícil de seguir para aquellas personas que necesiten regularidad en su vida. En último extremo, va a depender de su trabajo: si es de horario regular, no tendrán problemas en este aspecto; por el contrario, quienes viajen o tengan horarios muy irregulares, necesitarán desarrollar esta capacidad precisamente para el mismo fin: consolidar el hábito.

En resumen, plantéese el ejercicio hoy en día como una necesidad para soportar lo que le viene encima. Pero vea también en ello una vía de crecimiento personal. Si lo contempla como un camino de largo recorrido, podrá fijarse objetivos razonables que le harán sentirse mejor. Por ejemplo, intente efectuar 2 sesiones durante la semana y otra en el fin de semana. Manteniendo esa frecuencia con regularidad, se sorprenderá de la magnitud de sus resultados. Ese crecimiento personal le dará enorme rentabilidad en forma de productividad y actitud positiva tanto en su trabajo como en su hogar. Pero toda rentabilidad exige una inversión y un tiempo de maduración. Persevere y concédaselo.

Al fin y al cabo, estará invirtiendo en su activo más valioso: usted mismo.

Vídeo: La confianza como base de los resultados

No suele ser fácil ni intuitivo el entender cómo se conecta el clima laboral con los resultados. A menudo los parámetros relacionales y los parámetros de eficiencia se viven como si fueran independientes los unos de los otros… pero no es así. En este vídeo, extractado de un workshop en ESADE Creápolis (a quienes agradezco su amabilidad por permitirme reproducirlo), explico muy brevemente cómo sin una base emocional sólida no puede haber buenos resultados, y por qué.

 

Art. ¿Es lo mismo emoción y sentimiento?

Este artículo resume y extracta algunos conceptos contenidos en mi libro “Mejor liderar que mandar”.

¿ES LO MISMO “EMOCIÓN” Y “SENTIMIENTO”?

Hay autores que utilizan indistintamente los términos “emoción” y “sentimiento”, aunque por mi experiencia no estoy muy de acuerdo, y vamos a ver por qué.

¿Alguna vez se ha planteado usted para qué tiene emociones? ¿Qué le aportan? Lo cierto es que nuestro cerebro “pensante” racional -básicamente nos referiremos al córtex prefrontal- es muy limitado para decidirlo todo en nuestra vida. Por eso reservamos nuestro cerebro racional para ciertas actividades, porque en otras supondría una limitación. ¿Se imagina decidir cada mañana basándose en el análisis racional qué zapato se pone primero? Jamás hubiéramos sobrevivido como especie de esa manera. Para que se haga una idea aproximada, su cerebro gestiona en un solo minuto unos 11.000 procesos mentales. De ellos, ¡sólo unos cincuenta son conscientes! ¡El grueso de nuestra vida transcurre en el inconsciente!

Con el fin de aligerar nuestros procesos de decisión disponemos de atajos, como por ejemplo los hábitos… y también de nuestras emociones, que nos predisponen en favor de ciertas opciones que intuimos -que nos “apetecen” más- y eso acelera el proceso de decisión. Está demostrado científicamente que el ser humano no es un “ser racional” como nos enseñaron en el colegio. En un año ya tan lejano como 1994, Antonio Damasio planteó que el ser humano no es un ser racional, sino un ser que razona sobre una base emocional previa que condicionará cómo va a pensar. Es decir, que primero sentimos y luego pensamos. Por lo tanto, la respuesta de nuestro cerebro ante los impulsos del entorno ya nace mezclando emociones y pensamiento en la inmensa mayoría de circunstancias. Por ejemplo, cuando usted calcula una simple operación aritmética es probable que no implique sus emociones, pero sólo con que tenga algo de prisa, o que dicha tarea le parezca pesada, ya estará modificando la forma de funcionar su cerebro, y la probabilidad de que se equivoque aumentará.

Si usted se encuentra de improviso frente a un león, sus sentidos harán llegar impulsos nerviosos a una estructura denominada “amígdala” – término procedente del griego “almendra”, y llamada así por su forma- situada en la zona del cerebro que conocemos como Sistema Límbico, sede de la gestión emocional. Su amígdala llevará a cabo un rápido proceso de confrontación de datos con “el departamento de archivos” -la memoria, situada en la misma zona- para confirmar ese potencial peligro. A continuación empezará a enviar a otra área del cerebro, denominada corteza motriz o córtex motor, señales nerviosas que activarán el movimiento de las extremidades, y al mismo tiempo desencadenará una cascada hormonal que acabará provocando la secreción de adrenalina, destinada a preparar su “caldera metabólica” para alimentar de energía las acciones musculares necesarias para el titánico esfuerzo de salvar la vida. En términos coloquiales, ese león “le ha dado un buen susto”. Ese susto es precisamente una emoción: todo ese maravilloso torbellino fisiológico depurado por millones de años de evolución.

¿Y ENTONCES QUÉ ES UN SENTIMIENTO?

Nuestro cerebro no permite distinguir un pensamiento racional de la emoción previa que lo condiciona, y a menudo origina. Pero todos los humanos cuando hemos vivido una emoción intensa podemos hacernos conscientes de ella, e incluso ponerle nombre: “tengo miedo”, en el anterior ejemplo del león. Esa toma de consciencia nos dispara a su vez una cadena de pensamientos –un diálogo interior-. Continuando con el ejemplo del león, el proceso podría ser algo así: “Tengo miedo. Los hombres no podemos tener miedo. Soy un guerrero y no puedo tener miedo, pero lo tengo. Soy un cobarde. Ya me lo decía mi padre”… ¡Y así sucesivamente!

El conjunto de la emoción, más la toma de conciencia de que experimentamos dicha emoción, más toda esta consiguiente elaboración mental constituyen el sentimiento. Y la importancia de distinguir entre emoción y sentimiento es crucial: la emoción es biológica y automática, y por tanto muy poco gestionable; en cambio la toma de consciencia y la “comida de coco” sí lo son mucho, y sabiéndolo podremos orientar la autogestión de manera muchísimo más eficaz.